domingo, noviembre 05, 2006

Las ineludibles reflexiones del PP

El PP debiera aplicarse en la interpretación correcta de los resultados de las elecciones catalanas. Ciutadans y PP suman 17 escaños. El constitucionalismo, el bilingüismo y la tolerancia han ganado espacio en Cataluña.

Estas reflexiones, que más adelante expondré, quizás debiera hacerlas también el PSOE. Pero ellos, los socialistas, han gobernado en Cataluña, han encabezado un tripartito que ha cometido todos los deslices posibles y alguno que nunca pudiéramos haber imaginado. Reconozcamos que la escena de la corona de espinas en la cabeza de Carod era inimaginable, aún después de haber conocido su entrevista con Ternera. Y lo del Carmelo, y lo del 3%, y el histrionismo de Maragall, y la colocación de los hermanísimos... No hace falta reflexionar mucho para explicarse su pérdida de votos. Por no citar el carisma de Montilla, por si hiciera falta alguna otra razón complementaria.

Pero el PP no ha gobernado y ha perdido ochenta mil votos. Los mismos que ha ganado Ciutadans. Aunque los analistas que han investigado los resultados por distritos, concluyen que dos de los tres escaños “ciudadanos” proceden del PSOE de Barcelona y el tercero, quizás, del PP.

Las reflexiones que yo le propongo al PP son las siguientes: ¿Dónde han ido a parar esos ochenta mil votos? ¿Qué es lo que piensan, a qué conclusiones han llegado esos ochenta mil votantes que no le han revalidado su confianza? Y sobre todo, ¿qué debe hacer el PP para recuperarlos, que es el primer paso para ganar luego otros? Del acierto en responder esas preguntas dependerán sus posibilidades de recuperación.

Les ayudaré: ¿Creen que han dejado de votarles por su oposición a la reforma del Estatuto? ¿Alguien que apoyara ese Estatuto es un votante natural del PP o, por el contrario, de los partidos nacionalistas? Porque, hagan cuentas, ¿cuántos catalanes apoyaron el Estatuto? Menos que los que ahora han votado. Las conclusiones no van, entonces, por ese camino. La ciudadanía catalana no ha vibrado ante el Estatuto. Menos aún aquella parte que vota al PP.

¿Les habrán dejado de votar, por el contrario, por su tibieza en la defensa del ideario popular, del de sus votantes naturales? Veamos: en tiempos de Vidal Quadras, el PP obtuvo, creo recordar, una representación mayor. Una parte de sus votos han ido a Ciutadans, otra mayor a la abstención, o a engrosar esos sesenta mil votos en blanco (¡sesenta mil!, nada menos) ¿Se puede deducir que esa parte del electorado que antes se sintió representada por el PP ahora no se siente así? Eso es una obviedad. No habría ni que decirlo. Pero, insisto, por qué.

No voy a sugerir que el PP se convierta en un partido asambleario. No es posible, ni deseable. Pero sin caer en esos extremos, sí se echa a faltar, y no sólo en él, una mayor cercanía y atención por el sentir de la ciudadanía y, especialmente, de sus militantes. Los partidos deben ser un cauce de participación política. Si no son eso, no son nada. O serán otra cosa. Pero no un partido político. Serán un grupo de intereses, un lobby, un clan, un club, una oligarquía, una organización más o menos benéfica, una mafia incluso...

En una reunión del Foro de Ermua en Barcelona, en la que por cierto faltó Piqué (quizás por no coincidir), al saludar la presencia entre los asistentes de Aleix Vidal Quadras el auditorio, muy concurrido, prorrumpió en aplausos y gritos: “¡Presidente, presidente...!” Y los interventores y apoderados del pasado referéndum manifestaban en privado su esperanza por el pronto retorno de Vidal Quadras. Pero en Génova no parecen haberse enterado de eso. Quizás falte democracia interna, o quizás sea un fallo en las “antenas”, un embotamiento de la sensibilidad, una lejanía del pulso de la calle... catalana en este caso. No quiero pensar que también de la andaluza.

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