martes, diciembre 12, 2006

El extraño liderazgo de Marcelino Iglesias (I)

Ha elevado el camuflaje a la categoría de virtud política: confundirse con el paisaje y permanecer quieto, muy quieto, el tiempo necesario. ¿Son esas, me pregunto, las cualidades de un líder?


Seguramente todos ustedes conocen el chiste: -Una rubia espectacular por su belleza y elegancia deslumbra en una fiesta. Además es discreta. Escucha todas las conversaciones, sonríe con educación, pero nunca dice nada. Hasta que alguien le requiere: “¿Y usted, señorita, no tiene nada que decir?” “¿Pa qué?”, contesta ella, “¿pa cagarla?”-. Lo conocían, seguro. Deben perdonar la malsonancia, pero era imprescindible, ya lo ven, para el buen fin de la historia.

Bien. El caso es que siempre que veo a Marcelino Iglesias o leo algo sobre él me acuerdo de la rubia del chiste. Hace poco un buen amigo nos contaba un acto al que asistió el presidente aragonés. “Alto, buena planta, vestido con un impecable traje gris marengo”, nos contaba. “Era con diferencia el más elegante… hasta que abría la boca”. Como la rubia, mismamente.

Siempre me ha interesado el porqué del liderazgo, que a menudo me ha resultado incomprensible, de determinadas personas. Al final, con el paso de los años, he llegado a la conclusión de que el liderazgo no depende tanto de las cualidades del líder, sino del reconocimiento que, por alguna razón que se me escapa, le otorgan los liderados. Hay muchísima gente brillante, que anticipa con sagacidad las tendencias por las que ha de discurrir el mundo, que tienen soluciones seguramente válidas para los problemas que nos aquejan, y que son sencillamente ignorados. Las circunstancias silencian su voz, no caen simpáticos, carecen de carisma… Y en cambio otros, psicópatas, tontos, iluminados, concitan el entusiasmo y el apoyo de las masas. Hitler es el más paradigmático, pero habría otros: gente como Sabino Arana, una acémila intelectual y moral, es todavía objeto de veneración; o un orate iluminado como Blas Infante, es aún un referente político.

No voy a sugerir que Marcelino sea un líder carismático, ni que sea homologable a ninguno de los citados, pero hoy por hoy en las urnas y encuestas es el político aragonés que logra más respaldo. Y eso es algo que no consigo entender. Creo que de todo el panorama político aragonés no es precisamente el que más destaque por su inteligencia, formación, elocuencia o simplemente sinceridad. Ni siquiera por su pasión política. Tampoco es el más brillante, ni de lejos, de los presidentes autonómicos. Marcelino no reúne ninguna de las cualidades que parecen necesarias para liderar nada.

Hay quien asegura que es prudente. No lo creo. Su temperamento parece moverse más entre la cobardía y la apatía, en ese ambiguo terreno del oportunismo. Hay abundantes muestras de ello, y citaré algunas, no lo duden. Por ejemplo, cualquiera que analice su trayectoria habrá notado cómo durante largas temporadas, a veces más de un mes, simplemente desaparece de la escena. Se esfuma. Como si estuviera de vacaciones. Y esas desapariciones suelen coincidir con los periodos en los que se acumulan contratiempos. Nunca es él quien da la cara entonces. Ha elevado el camuflaje a la categoría de virtud política: confundirse con el paisaje y permanecer quieto, muy quieto, el tiempo necesario.

Estos días, cuando escribo estas líneas, surge en la prensa el tema de las contrataciones de las empresas públicas y la falta de información por parte del gobierno. Las sospechas, legítimas y justificadas, se extienden. ¿Y dónde está Marcelino? Perfectamente oculto, silencioso... desaparecido. ¿Ese es el comportamiento de un responsable político? ¿Y de un líder?

Seguiremos hablando de la habilidad para el camuflaje y del oportunismo de nuestro presidente. Porque, ¿son esas, repito, las cualidades de un líder?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"Tancredo López fue un novillero fracasado, natural de Valencia, que alcanzó cierta celebridad a principios del siglo XX introduciendo en el toreo el principio de la inmovilidad en una época en la que el toreo era más arte de destreza y de movimientos". Marcelino Iglesias transcribe a la política los mismos principios de Don Tancredo. El morbo está en esperar a que se mueva (cuando habla p'a cagala)para verlo corneado por la opinión general. Ejemplos los hay a patadas. Sin ir más lejos,su propuesta de eliminar las cabezas de "moros" del escudo de Aragón es el paradigma de la estupidez en lo politicamente correcto. No creo que abandone su estatismo, pues él sabe que está más guapo callado.

Dijo la Zorra al Busto,
después de olerlo:
¡Tu cabeza es hermosa,
pero sin seso!
Como éste hay muchos
que, aunque parecen hombres,
sólo son bustos.

Samaniego

Anónimo dijo...

Padre Jesus Sanchez Montes, ofm, importante activo de la Iglesia Española

Anónimo dijo...

Julio Iglesias Cuevas, Gallego Universal, El Buen Hijo, quería mucho a su padre, El Dr. Don Julio Iglesias Puga.


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