sábado, diciembre 23, 2006

El extraño liderazgo de Marcelino Iglesias (y IV)

Marcelino Iglesias ha resultado ser un agente doble al servicio del catalanismo expansivo, cuyos intereses antepone claramente a los nuestros. Nunca se ha opuesto a él, sino que, de forma más o menos disimulada, siempre ha colaborado a sus fines.


Cualquiera que haya leído mis anteriores artículos sobre Marcelino y las claves de su sorprendente liderazgo, habrá llegado a una inquietante conclusión: nuestro presidente parece atender con carácter preferente a intereses ajenos a los de los aragoneses, anteponiéndolos a los nuestros. ¿A qué intereses obedece? ¿a los del PSOE? ¿a los de Cataluña? Claramente, a ambos. Su objetivo político es el poder, y éste depende del éxito del PSOE. Nunca se ha opuesto a sus designios, aunque a veces lo haya simulado. Si el PSOE propone un trasvase, Marcelino lo apoya. Si el PSOE elimina la Reserva Hidráulica de Aragón del PHN, Marcelino lo acata, aunque escenifique una oposición fingida, que resulta no serlo. Vota una cosa aquí y otra en Madrid; apoya, cuando no le queda otro remedio, las iniciativas de la oposición, pero jamás ejerce sus prerrogativas para plantar cara al aparato de su partido, o poner un recurso, como han hecho otros gobiernos autonómicos. Sujeta, engaña y reconduce, en la medida de sus posibilidades, a la opinión pública aragonesa. Y con notable éxito, todo hay que decirlo.

Pero, ¿Cataluña? No hay que olvidar su fuerte vinculación sentimental con Cataluña. Él no sólo es catalanoparlante, sino que el catalán es su primera lengua, no el castellano. Pero no hay que olvidar tampoco que Cataluña es un objetivo de primer orden para la estrategia de su partido. El poder socialista se asienta sobre dos feudos clásicos: Andalucía y Cataluña. Y Aragón es para éste segundo un puntal, no imprescindible, pero sí muy útil. Aragón es para Cataluña su reserva agropecuaria, despensa, fuente de materias primas y zona de expansión de sus empresas ganaderas y alimentarias. Y sobre todo y desde el punto de vista político, es una de las zonas de más clara y menos contestada reivindicación expansionista. Un campo de acción natural del catalanismo expansivo, cultural y político. Y observen que Marcelino nunca se ha opuesto a él.

Ha sido Jiménez Losantos quien, acertadamente, ha definido a Marcelino Iglesias como un agente del catalanismo, infiltrado en Aragón, nada menos que en la presidencia de su gobierno. Todos sus hombres de confianza dentro del partido proceden de la Franja oscense: el alcalde de Arén, por ejemplo.

Eva Almunia -quizás la peor consejera del actual gobierno aragonés y, sin duda, la peor que haya habido nunca al frente de esa Consejería- pactó con su homóloga catalana la gestión compartida de los bienes eclesiásticos de las comarcas aragonesas orientales, pero no su devolución, sino su mantenimiento en Lérida. Ante el escándalo suscitado hubo que rectificar a toda prisa, pero la consejera sigue en su puesto. ¿Por qué? Claramente, porque seguía las órdenes e instrucciones de Marcelino.

El presidente de la Asociación Cultural Lo Timó de La Litera dijo, nada menos que en una intervención en las Cortes de Aragón -no en la prensa ni en otro foro más o menos ajeno a la actividad política, no: en las Cortes- que Marcelino Iglesias era uno de los socios fundadores de la rama ribagorzana de Omnium Cultural. Omnium es, recuérdenlo, una de las entidades denunciantes de aquellos comerciantes que rotulan sólo en castellano; una de las que se opone a la devolución de los bienes religiosos y una de las que reivindica la anexión a Cataluña de partes de Aragón, que ya alcanzan hasta Monzón. ¿Han oído o leído algún desmentido por parte de Marcelino o algún portavoz del PSOE aragonés?

El gobierno catalán subvenciona de forma pública a entidades supuestamente culturales en el Aragón oriental, que cuentan con agentes de movilización social, a sueldo de la Generalitat y dedicación completa, y cuyas actuaciones tienen un carácter indudablemente político y reivindicativo. Y todo ello ante la pasividad del Gobierno de Aragón y de su presidente, del que muchos pensamos que comparte esos objetivos. Su entusiasta apoyo a la Eurorregión de Maragall -frente a la más sensata y razonable Ebrorregión-, en la que nos correspondía un papel de comparsas, con intereses que jamás podrían coincidir con los de los hosteleros de la Costa Brava o de Baleares, y cuyas apuestas estratégicas y de comunicaciones colisionan con las nuestras, sólo puede explicarse por su indisimulado catalanismo.

El papel jugado por Marcelino Iglesias en la desactivación de las reivindicaciones hidráulicas aragonesas y el cumplimiento de los compromisos de Zapatero con ERC en esta materia será objeto, más adelante, de un análisis específico de la cuestión hidráulica. Ante todo ello, no es extraño que los catalanes le premien por su catalanismo, mientras censuran al Rey, a Albert Boadella, a Aznar, a Ibarra o a Esperanza Aguirre. No es difícil de entender el porqué. Ese es nuestro presidente: un agente doble.

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