domingo, abril 08, 2007

¿Izquierda?

Puede parecer sorprendente, pero, siendo como soy de derechas, siento un respeto casi reverencial por Julio Anguita, en quien reconozco uno de los pocos, quizás el único, político realmente de izquierdas que ha habido en España en los últimos treinta años.

A estas alturas de la Historia he llegado al convencimiento de que la derecha e izquierda política, cuyas posiciones además se han ido acercando ostensiblemente, no son ya opuestas, sino posiblemente complementarias. Los grandes avances sociales se han logrado sobre la pugna dialéctica, y a veces incluso guerra abierta, entre ambas opciones políticas. Y la contribución de la derecha no ha sido desdeñable: Bismarck, no precisamente de izquierdas, fue el primer dirigente mundial en poner en marcha las políticas de previsión social; y en España, paradójicamente, José Antonio Girón de Velasco, con un ideario seguramente muy próximo al fascismo, pasa por ser el padre de la moderna Seguridad Social. Qué cosas.

Frente a la falacia de nuestra supuesta “izquierda” española empeñada en atribuir a la derecha unos orígenes fascistas, entroncada directamente en el franquismo, la realidad es muy distinta. (Carrillo, nonagenario, responsable de Paracuellos y antiguo amigo personal de Ceaucescu, anda diciendo que el PP es como la derecha del 36, nada menos) Los antecedentes doctrinales e ideológicos de la derecha moderna arrancan de los padres de la democracia liberal: Jefferson, Lincoln, Tocqueville, Montesquieu, y más modernamente, Chuchill, por ejemplo. No hará falta recordar que éste combatió a Hitler, aunque escamoteó su apoyo al Frente Popular. “¿Cómo puedo apoyarles si de haber vivido en España, mi familia y yo hace tiempo que hubiéramos sido asesinados?”, decía.

¿Y cuales son los antecedentes doctrinales e ideológicos de la izquierda?: ¿Marx, Engels, Lenin, Stalin, Mao? ¿Castro o el Che Guevara, más modernamente? No hay color.

No obstante, la tradicional bandera de la izquierda sigue estando vigente, quizás hoy no más que nunca, pero sí más que hace veinte años: la justa remuneración de los medios de producción, la justa distribución de la riqueza. ¿Quién la enarbola hoy en España?
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El gran drama de España, la tragedia de las nuevas generaciones prestas a incorporarse al mercado laboral es que en los últimos treinta años no ha habido en España ningún partido político de izquierdas, con la única excepción de IU mientras la lideró Anguita. En España sólo ha habido “progres”. El diálogo sincero, la confrontación política entre derechas e izquierdas es posible porque hay ahí dos posiciones enfrentadas pero sinceras, dos concepciones distintas que representan intereses contrapuestos. pero entre los que existe un punto medio de acuerdo. Con la progresía no es posible porque el debate se suscita en dos planos distintos. La progresía es doctrinaria, diletante, frívola, sectaria y maniquea. La progresía se sustenta sobre una apariencia de modernidad, sobre una falsa representación de la clase trabajadora, sobre la hipocresía, y especialmente, sobre la estupidez, ésta sí, en cantidades ingentes. ¿Son de izquierdas Belloch y Mari Cruz? ¿Ana Belén y Víctor Manuel? ¿Es de izquierdas Marcelino y señora, colocada ésta en la DPH por ser mujer de quien es, y él que sólo trabajó algunos inviernos en su juventud como monitor de esquí? ¿Son de izquierdas Berdié y Gallizo, procedentes ambos de un partido maoísta? ¿Representan todos ellos a los trabajadores, obreros, funcionarios, jubilados, parados o amas de casa? ¿Han llegado a conocer mínimamente sus problemas o aspiraciones? No, no pueden ni imaginarlos, porque nunca los han vivido. Ni los sospechan. Pero dicen representarlos. ¡Ja!
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Hacia la proletarización de la clase media española

A Julio Anguita la retirada de la estatua de Franco imagino que le habrá dejado frío, porque es inteligente y, sobre todo, coherente. Sabe que mientras se desmonta la estatua, se están desmantelando también silenciosamente, todos los días, los derechos de los trabajadores, la gran clase media que se creó bajo el franquismo. A Llamazares la retirada de la estatua le entusiasmó, claro. Pero Llamazares es reconocidamente tonto.

Me voy a permitir copiar íntegros dos párrafos de Martín Ferrand en la prensa de hoy: “Mientras las economías de todos los Estados [de Europa] crecen, en más o en menos, desde hace una década, la retribución del trabajo de los ciudadanos cada vez es más baja. Así lo afirman los expertos del Fondo Monetario Internacional y lo mismo ocurre en los EE.UU. El porcentaje de los salarios con respecto al PIB decrece desde hace tres quinquenios”. “Simultáneamente, como mayor provocación al sistema, en los países más pobres de la lista mundial el hambre crece y las necesidades objetivas -las relativas atentan a la razón y a la conciencia- se hacen más grandes e insufribles".

Esa es la realidad. Y mientras tanto, José Luis Rodríguez Zapatero desmonta la estatua de Franco, organiza un debate sobre si las uniones de homosexuales se pueden llamar o no matrimonio o se saca de la manga una estúpida ley de paridad. ¿Qué diantres les puede importar a las cajeras de un hipermercado, chavalas universitarias casi todas a las que su título no sirve de nada, la composición paritaria de los consejos de administración de las empresas si entre sus sueldos y los de sus novios no pueden soñar con comprarse un piso en toda su vida? ¿O a las amas de casa el tresbolillo -chico, chica- de las listas electorales si el sueldo que lleva el marido cada vez llega con más dificultades a fin de mes?

Pero esta es la progresía que nos gobierna. Y sería conveniente que hubiera una izquierda. Por el bien de todos. Pero ante el panorama, yo tengo clara mi opción.

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