sábado, enero 05, 2008

Los aparatos de los partidos

Conozco por conversaciones con mis amistades algo, muy poco, del funcionamiento de los partidos políticos en Aragón, que imagino que es aplicable al resto de España.

Pocas veces he visto mejor expresado, de forma más breve y precisa, su funcionamiento interno: “...los aparatos de los partidos [...] desconfían no sólo del criterio de los ciudadanos en general, sino hasta del de sus propios militantes. Se niegan a las listas abiertas, al censo de simpatizantes y a cualquier fórmula de transparencia, y mantienen las organizaciones cerradas a una casta de burócratas que las manejan como si fuesen un club de acceso reservado”. Clavado.

He aquí el artículo entero de Ignacio Camacho, con un título expresivo:

3 comentarios:

Cristóbal dijo...

Fuera del acto de depositar un voto con una cierta periodicidad, la democracia se refugia en la posibilidad de crear opinión e intervenir en el debate, desde fuera de los partidos, desde otro tipo de organizaciones. Incluso de poder intervenir a título individual en foros como éste.

Yo tengo mis dudas de que el funcionamiento interno de los partidos norteamericanos sea muy democrático. Incluso tengo mis dudas de si un caucus, que por lo que recuerdo más parecería una asamblea universitaria de delegados, sea el paradigma democrático… Pero en cualquier caso el hecho diferencial es el poder de la sociedad civil para opinar, para aceptar que organizaciones sindicales, empresariales, grupos editoriales, iglesias,… puedan tener y manifestar sus criterios.

En ese aspecto, cuándo en España parece que para opinar hay que estar agradecidos a los que “nos otorgaron las libertades” y no opinar de forma distinta a ellos, tenemos mucho camino por recorrer.

Estimado Oroel, ojalá el funcionamiento de los partidos fuese democráticos, pero yo me daría con un canto en los dientes si su respeto a los ciudadanos fuese razonablemente democrático.

Un abrazo. Carlos56.

Anónimo dijo...

La democracia, Señor Cromwell, es una bufonada griega basada en la absurda idea de que existen posibilidades extraordinarias en las gentes más ordinarias (puesto en boca de Carlos I Estuardo en la película Cromwell, de Ken Hugues, 1970, por cierto una obra de arte).

Mi entusiasmo por la democracia, al menos mientras no se garantice un nivel cultural medio aceptable entre los electores, no va mucho más allá, aunque no puedo dejar de reconocer que no se me ocurren muchas alternativas.

Bueno, me alegro de encontraros a todos en tan buena forma después de un montón de días desconectado. Las próximas elecciones nos darán, sin duda, numerosas oportunidades de comentar la triste realidad que nos rodea.

Anónimo dijo...

Y, por cierto, Feliz Año Nuevo. Dentro de lo que cabe, claro.


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