sábado, abril 12, 2008

Una larga trayectoria de falsas promesas

En cualquier democracia mínimamente informada y exigente, un personaje como Biel hace años que hubiera sido barrido de la escena política. Pero aquí, en Aragón, con apenas el diez por ciento de los votos, lleva veinte años mandando y disponiendo.

He aquí un resumen de sus promesas, que en el mejor de los casos han acabado en humo, cuando no en dispendios irresponsables.

Pabellón de la Expo de Sevilla: ni un duro. Recordemos que el dichoso pabellón fue el segundo más caro de todas las autonomías españolas, después del de Andalucía, que era la comunidad anfitriona. Más tarde se le “vendió” a la CREA por el simbólico precio de una peseta.


Comarcas: coste cero. El coste, no sólo en dinero, sino en términos de degradación institucional y democrática de esa repugnante trama clientelar, es ingente.

Televisión pública aragonesa: autofinanciable y autosuficiente. Según los datos que leí hace ya tiempo su presupuesto superaba los cincuenta millones de euros anuales. Posiblemente ahora sea mucho más.

Siete líneas de metro en Zaragoza. Una tomadura de pelo, una muestra de histrionismo, sin más profundidad.

Gran Scala: el proyecto más importante de Aragón desde Fernando el Católico. En esas estamos. Un timo del toco-mocho de dimensiones colosales. Un motivo de vergüenza para todos los aragoneses.

Suma y sigue.

Alguna vez leí que Biel no era un singularidad aragonesa, sino una anomalía.


Corolario: el día que la política aragonesa pueda verse libre de Biel, Aragón valdrá más. Mucho más.

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