lunes, diciembre 27, 2010

El hijo predilecto de Gijón

La facilidad con que el Partido Popular se dispara a sí mismo en el pie es impresionante. Parece gustarle.

Todos los grupos del ayuntamiento han apoyado el nombramiento de Santiago Carrillo como hijo predilecto de Gijón, aunque dos concejales del PP excusaron su asistencia. Da la casualidad de que esos dos concejales apoyan la candidatura de Francisco Álvarez Cascos a la presidencia del Principado, en contra del sector oficialista.


La alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, ha destacado de Carrillo su dilatada carrera política, su capacidad de análisis y su facilidad dialéctica. También ha recordado su participación activa en los movimientos revolucionarios de Octubre del 34, cuando fue nombrado secretario de las Juventudes Socialistas. Felgueroso ha incidido "en su demostración de valor y dignidad política y personal" y lo ha puesto de ejemplo "de moderación, tolerancia, responsabilidad y sentido de la realidad", así como de "lealtad" a sus orígenes, ideas y país.

Observen que su participación en el alzamiento contra la República en 1934 es ahora glosado como un mérito. Justo lo que se le reprocha a Franco que hiciera dos años más tarde.

Ni que decir tiene que el apoyo del PP ha levantado ampollas entre la derecha española. No en vano se trata de uno de los mayores asesinos políticos de la historia de España. Porque, ¿creerán ganar algún voto de la izquierda con este gesto? ¿Creerán que hacen méritos para parecer más modernos, tolerantes o centristas? ¿Creen que deben hacerse perdonar algo?



Una de las cosas que ha hecho perdonar por algunos el ominoso pasado de Carrillo es su participación activa en la Transición española y su aceptación de la economía de mercado, de la monarquía, y la bandera tradicional, olvidando la tricolor republicana. Una concesiones, a mi juicio, menores y seguramente fruto de la debilidad de la izquierda. Pío Moa lo ha dejado escrito con precisión: “Torcuato Fernández-Miranda había señalado, muy acertadamente, que la oposición aceptaría la reforma democrática solo si se sentía débil. (...) Carrillo se portó bastante bien porque se sabía débil, y esa dinámica le llevó a ser expulsado, finalmente, de su propio partido”.

Pero además de su directa implicación en las matanzas de Paracuellos, a menudo se olvida la larga posguerra y su amistad con los jerarcas y genocidas de la Europa Comunista durante la guerra fría. Carrillo fue, por ejemplo, amigo de personajes tan siniestros como Ceaucescu.



Uno de los retratos que más me gusta de Carrillo es el que hace Juan Pablo Sánchez Vicedo (un fantástico escritor) en la galería de monstruos de su blog.


PD.: No he aclarado mi postura personal. El apoyo del PP me ha llenado de asco e indignación. Carrillo es un personajillo repugnante, por quien siento el mayor de los desprecios. El día que muera, el mundo valdrá más.

Y el PP asturiano le acaba de hacer un roto al PP nacional (porque una cosa es el perdón, como señala Ussía, y otra el homenaje), que espero que no empañe su victoria, aunque posiblemente les cueste la suya en Asturias. ¡Qué tontos!
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1 comentario:

Alejandro dijo...

Hombre, lo que está claro es que los políticos actuales no tienen ninguna pretensión de cerrar heridas ni de plantearse nuestros pasados conflictos desde una postura históricamente aséptica.

En estos momentos en que se están cambiando nombres de calles y retirando estatuas, parece raro que se homenajee a un señor con el historial de Carrillo. Como dice Ussía una cosa es perdonar, pero de allí a homenajear...

Yo sí que creo que Carrillo se comportó de manera ejemplar en al transición y que facilitó mucho las cosas. Y eso, en un afán conciliador de dejar atrás tantos hechos oscuros, puede acarrearle un piadoso "olvido" de su pasado.

Pero eso no debería acarrearle un homenaje, si al mismo tiempo estamos retirando los homenajes hechos a los del otro bando (muchas veces con historiales menos cruentos).

De nuevo esta puñetera España se empeña (aunque no aporte nada bueno ni positivo y sean hechos lejanos en el tiempo) en las historias de buenos (los "nuestros") y malos (los "otros").


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