lunes, marzo 14, 2011

Iniquidad

“Nada entristece tanto como la injusticia”

Se define iniquidad como maldad y como injusticia grande.

Es por eso, que si nos atenemos a la segunda acepción, pocas cosas peores puedan imputarse a un juez que la iniquidad. Un juez cuyo oficio, se supone, es la administración de justicia.

Yo leí, no todas, pero sí muchas páginas (son 722) de la sentencia del 11-M. A estas alturas he olvidado los detalles, pero sí que recuerdo la sensación de absoluta incomodidad que me produjo, la percepción de que todo lo leído era un absurdo y para mí incomprensible -porque no hallaba la razón- conjunto de sofismas, de inconsistencias lógicas. Recuerdo el estupor.

Eso que tenía en las manos no era una sentencia. Era una caquita, una deposición. Y como tal olía.

Hoy sé, estoy convencido que sí pudo haber una razón. Debe haberla: presiones, quizás tentaciones invencibles… O eso, o concluir que el magistrado de la Audiencia Nacional Javier Gómez Bermúdez era lo que no parecía ser: un total y absoluto estúpido. Y no creo que lo sea. Me inclino por tanto por las otras razones. Ha de haberlas. Todas aquellas inconsistencias lógicas han de tener su explicación.

Uno de los más memorables alegatos que recuerdo haber leído en los últimos años fue el célebre “Yo acuso”, de Pedro J. Ramírez.

Y recuerdo que cuando leí el párrafo en el que acusa a Javier Gómez Bermúdez, pensé con cierta exaltada indignación, rememorando el estupor que me produjo la lectura de la sentencia, que esa acusación podría haberla firmado yo mismo:

YO ACUSO al juez Javier Gómez Bermúdez de negligencia profesional, al incluir en la sentencia graves errores materiales de carácter fáctico en relación al resultado de la pericia de explosivos; de inconsistencia intelectual, al no reflejar en la sentencia las consecuencias lógicas del resultado de la prueba pericial por él mismo encargada; de incoherencia personal, al defraudar las expectativas por él mismo alentadas cuando comunicó a las víctimas que algunos policías irían "caminito de Jerez"; de frivolidad, imprudencia y posible revelación de secretos, al colaborar en el libro de su esposa sobre el juicio, y de manipulación política, al hacer una presentación sesgada, tendenciosa y distorsionada de la sentencia. Vergüenza sobre vergüenza.

¿Saben qué me sorprendió sobremanera?: el silencio de Gómez Bermúdez ante esta durísima acusación, a pesar del ataque despiadado y directo a su prestigio. Un silencio que para mí fue toda una prueba. ¿Alguien convencido de su integridad, con la relevancia mediática alcanzada entonces por el personaje, permite ese varapalo público sin defenderse?¿Nada menos que un magistrado de la Audiencia Nacional?

Recuerdo el engreimiento del juez Gómez Bermúdez en el juicio, su arrogancia, la firmeza con que amonestaba a unos imputados lógicamente intimidados y cuyo destino estaba en sus manos, la forma en que abusaba -porque abusaba- de su autoridad. Siempre me ha dado mucho asco el abuso de autoridad. Y aquel calvo arrogante me produjo durante el juicio ese mismo asco. Quizás no soy justo, pero ya de antiguo siento por jueces y magistrados un desprecio corporativo, que aquel individuo no hizo sino alimentar y confirmar. Posiblemente habrá quien no lo merezca, pero a juzgar por lo que hemos ido sabiendo a lo largo de los años, deben ser pocos. Quizás la juez Coro Cillán sea una de esos pocos.

No obstante, si alguien tiene la tentación de leer aquella larga sentencia, antes debería saber que el Supremo la alteró sustancialmente, condenando por otros delitos a imputados que habían sido absueltos y absolviendo a otros que fueron condenados.


Sólo eso ya es un indicador del escaso rigor de aquella sentencia de la Audiencia Nacional.

Hoy he leído en el Mundo el durísimo mensaje dirigido por Jiménez Losantos en el programa En confianza de Veo 7 al juez Gómez Bermúdez:

“Qué miserable eres, cómo nos has engañado a todos. Cómo nos engañaste. ¿Te acuerdas cuando me dijiste que ibas a enviar caminito de Jerez a esos policías prevaricadores que habían cometido perjurio en la Comisión Parlamentaria y dos veces en el juicio? Te acuerdas, ¿no Javier? Hiciste creer a mucha gente que siempre hay posibilidad de Justicia, pero además que tú ibas a hacer Justicia. Creo que te vendiste muy barato, Javier, y cuánto lo siento”.

No se pierdan la entrevista que sigue, pero si les parece demasiado larga, vean al menos el minuto 24 con 45 segundos.
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“Qué miserable eres”. Qué bien dicho. Qué certero.
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