miércoles, junio 08, 2011

La escabechina de la pérdida de las elecciones


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En una democracia, la pérdida de unas elecciones por parte de unos es el correlato ineludible del triunfo de los otros.

Y el desalojo del poder es un acto rutinario con el que se consuma la lógica alternancia que da razón de ser al sistema.

Pero aquí no. Como señala Ignacio Camacho, la pérdida del poder supone una escabechina, un traumático shock colectivo.

Creo que el artículo que copio a continuación es de lectura ineludible para entender muchas de las cosas que nos ocurren en España: (1) el gasto insostenible de nuestra administraciones públicas hipertrofiadas, sobredimensionadas y redundantes, (2) el envilecimiento de nuestra vida pública y (3) la pérdida de la competitividad general de nuestra economía, que nace precisamente de la falta de competitividad del sector público, donde están empleados (a) más individuos de los necesarios y (b) no precisamente los más capaces ni los más preparados.

Desalojo

SÓLO en las cinco diputaciones andaluzas que ha perdido el PSOE hay más de quinientos cargos de libre designación, que el PP deberá reducir, según sus promesas, a una cuarta parte. En la comunidad de Castilla-La Mancha asciende a más del triple el número de puestos discrecionales, sin contar la masa laboral contratada —no funcionaria— de las empresas públicas. Y lo mismo ocurre en los ayuntamientos que van a cambiar de gobierno a consecuencia del tsunami electoral de mayo; en el de Sevilla, uno de los más inflacionarios de España en empleo artificial, existe incluso un asombroso gabinete técnico de la Presidencia del Pleno, con su correspondiente dotación de personal encargado de asesorar la extenuante tarea del concejal que dirige —¡una vez al mes!— las sesiones de la corporación. Con esta pléyade de estampillados, el relevo de poder se va a convertir en una escabechina si los entrantes cumplen su programa de adelgazamiento burocrático. La trama clientelar encastrada en las instituciones de larga dominancia socialista otorga a la derrota un rango de shock colectivo: no sólo supone un trauma político sino una multitudinaria experiencia dramática.

Es el problema de haber transformado la política en un modo de vida. El poder en España es una industria de la que dependen miles de empleos directos y muchos más indirectos a través de cientos de programas de actividades subvencionadas. Sólo que, aunque a menudo sus beneficiarios tienden a olvidarlo, se trata de una industria con alto índice de estacionalidad intrínseca. Para evitar los perniciosos vaivenes del turnismo se dotó de estabilidad a los funcionarios públicos en un intento de preservar su independencia, pero los aparatos de partido han soslayado el inconveniente creando enormes superestructuras administrativas paralelas compuestas por el llamado «personal de confianza». Es decir, correligionarios, miembros de la tribu adscritos al presupuesto por militancia o afinidad ideológica. Parientes políticos, en sentido tanto literal como figurado.

Esa altísima tasa de discrecionalidad transforma las elecciones en una batalla por la supervivencia, mucho más cruda en época de contracción del mercado de trabajo. Y forma parte de un oculto argumentario partidista que nunca aflora en la retórica oficial. Cuando el Gobierno anuncia su intención de agotar la legislatura contra la lógica de su propia extenuación política apela a razones de estabilidad de la gobernanza, pero está protegiendo también diez nóminas mensuales de miles de cargos públicos incrustados en la fontanería institucional. Los partidos funcionan como gigantescas oficinas de empleo y en cada coyuntura electoral se juegan un ERE masivo y despiadado. Por eso en este áspero debate del desalojo municipal y autonómico lo que subyace no es el montante de la deuda heredada sino el amargo resquemor de los privilegios perdidos.
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2 comentarios:

francisco dijo...

He estado dándole vueltas a la definción que hiciste del PAR y que aplaudí. Aún siendo muy descriptiva, no creo que sea del todo justo. Por un lado, porque calificarlo de Rural, con sentido peyorativo, me parece injusto. El mundo rural tiene sus miserias, pero también sus grandezas. Ese mundo rural nos entronca con nuestros orígenes, la gente que habita el territorio son depositarias de un conocimiento ancentral, inmaterial, de contacto intrínseco con la naturaleza, con las estaciones, las adversidades del tiempo, la dureza del clima, etc... Sí que es cierto, y quizás heredado de una herencia caciquil que se manifestó sobremanera en la época de la Restauración, y que retomó El Duque de Alburquerque y que perfeccionó a finales del siglo XX Felipe González con el PER (no confundir con PAR aunque sea equivalente...), que el mundo rural es más fácilmente influenciable. Y de ahí es más fácilmente hacerlo clientelar. El paroixismo se ha alcanzado con el PAR. Sin embargo, el factor decisivo en el PAR no es lo rural, sino lo clientelar, más difícil de hacer en la ciudades, donde las oprtunidades son mayores. Es donde, aunque existan nichos clientelares, se diluyen en el magma de la actividad urbana.
Por ello propongo una nueva definición del PAR, en la que el orden de los factores si afecta el producto (no poseee la propiedad conmutativa):
"PAR: partido clientelar de corte rural"
¿Qué te aprece?

Oroel dijo...

Por razones familiares y de otra índole que sería largo enumerar, me siento estrechamente vinculado al mundo rural, y en absoluto pretendí referirme a él de forma peyorativa. Jamás se me hubiera pasado por la imaginación. Es más, creo conocerlo y sé perfectamente que, más en unas zonas que en otras, el nivel de vida, de información y preparación de sus habitantes no tiene nada que envidiar al de la ciudad. Basta hablar con los jóvenes de, por ejemplo, Quinto de Ebro o cualquier otro pueblo de la ribera para comprobar que en muchos aspectos tienen más nivel de formación e información que los de muchos barrios zaragozanos.

Sí que es cierto que el mundo rural tiene unas peculiaridades que lo diferencian del medio urbano y que en Aragón están más acentuadas, o que hacen que las diferencias entre medio rural y urbano sean más acusadas. El hecho de que la mitad de la población aragonesa se concentre en Zaragoza o que bastante más de la mitad del PIB regional se genere en su entorno metropolitano condiciona en gran medida la distribución poblacional y de riqueza, infraestructuras y servicios aragoneses. Creo que nunca ha sido cierto que Zaragoza estuviera enfrentada a Aragón, sino al revés, Zaragoza ha sido la locomotora de Aragón y, casi, de todo el Valle Medio del Ebro.

Pero si las elecciones son un sondeo prospectivo más de la población que permiten medir sus preferencias políticas, también permiten inferir otras cosas. Y es verdad que los resultados son muy diferentes. También lo son dentro de Zaragoza capital. Habrás visto que en las Fuentes ha ganado, aunque por poco, el PSOE, mientras que en el distrito Centro las diferencias han sido (escribo de memoria) del 68% para el PP frente al 15% del PSOE. Y en los distritos Centro, Universidad y Casablanca (de nuevo de memoria), casualmente los de mayor nivel económico y por tanto cultural, UPyD ha superado al PAR.

A nivel territorial se ha comprobado cómo el apoyo del PAR se hundía en Zaragoza, donde no ha sacado ni un concejal, mientras que se mantenía con apreciable firmeza en el resto del territorio. ¿A qué puede ser debida esa disparidad? Creo que todos los analistas, y no sólo nosotros, aficionados, coincidimos en el diagnóstico.

Acepto por tanto tu definición, porque creo que es esencialmente correcta y posiblemente mejore la mía. Efectivamente, lo sustantivo es lo clientelar y lo adjetivo es lo rural y no al revés, como yo decía.


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